Ese es el título de un cuento
publicado en 1946 por Jorge Luis Borges, quien en uno de sus juegos literarios,
lo atribuye a un supuesto y antiguo autor
Muchos
años después, al finalizar el siglo, con el desarrollo del posicionamiento
satelital, y más adelante, en este siglo, con la popularización de su uso, se
demuestra una vez más que los vuelos del pensamiento, cuando son geniales,
terminan siendo confirmados por la realidad, tal como sucedió con muchas de las
en su momento fantásticas aventuras imaginadas por Julio Verne
Hoy es
posible, con el auxilio de un navegador satelital desplazarse por el espacio
como caminando sobre un mapa, en una paradójica situación, de modo tal que moviendo
la vista de la pantalla al terreno se entrecruza fantásticamente lo real y lo virtual
Disfrutemos
del cuento
“Del rigor
en la ciencia
En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal
perfección que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el mapa
del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo esos mapas desmesurados no
satisficieron, y los Colegios de Cartógrafos levantaron un mapa del Imperio que
tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos adictas al
Estudio de la Cartografía, las generaciones siguientes entendieron que ese
dilatado mapa era inútil y no sin impiedad lo entregaron a las inclemencias del
sol y de los inviernos.
En los desiertos del oeste, perduran despedazadas ruinas
del mapa, habitadas por animales y por mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas
Geográficas....”
Suárez Miranda; Viajes de varones prudentes, Libro Cuarto, Cap. XLV,
Lérida, 1658
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