Febrero
de 2003
ENTREVISTA:
Ing. Aldo Mangiaterra
Docente – Consejero
Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura
Claroscuro:
¿Cómo está afectando a la Universidad la crisis del país?
En
mi opinión la afecta de una manera muy directa a través, sobre todo, del tema
presupuestario. No sólo por lo bajo del presupuesto, que ya lo era, sino
también por la inflación y por el retraso del gobierno nacional en el
cumplimiento del presupuesto.
Por lo tanto, hay una situación cada vez más
crítica donde están faltando insumos y otros materiales necesarios para la
continuidad de las actividades.
Esto hasta cierto punto se ve relativizado
porque estamos muy acostumbrados, tanto estudiantes como docentes, a adaptarnos
a las circunstancias, a las condiciones que tenemos y pizarrones y tizas
todavía quedan. Por eso a veces digo que lo más grave de la situación de la
Universidad no es la situación misma, sino que uno se acostumbra.
Eso
es un aspecto, el aspecto presupuestario.
Desde ya, hay una forma de afectar
también muy directa: es la situación personal de docentes, no docentes y
estudiantes. La situación salarial de mala ha pasado a ser peor y en cuanto a
la situación de los estudiantes -no conozco cifras que puedan estimar cuáles
son las consecuencias– es evidente que hay una cantidad importante de casos de
deserción y un empeoramiento de las condiciones de vida y de estudio de una
parte muy importante de los estudiantes.
Problemas simples: costos de transporte, de comida, de alojamiento, particularmente para los estudiantes que no viven en la ciudad donde se encuentran las Universidades. Tengo referencia de algunas otras Universidades, sobre todo en provincias con una situación más crítica aún, donde la deserción es notoriamente mayor. Hay que tener en cuenta que Rosario tiene algunas desventajas en el sentido económico; su entorno productivo se viene reduciendo desde hace bastante tiempo, no es una capital de provincia o ciudad que goce de beneficios de turismo o cosas por el estilo, pero está rodeada de lo que le llamo un “colchón de soja” que, desde luego, no resuelve la situación de pobreza y miseria de una gran parte de la población, pero sí relativiza un poco la situación económica, particularmente por ejemplo en este momento con el aumento de los precios de la exportación.
Para
ver el otro lado de la crisis, el que la enfrenta, hay que tener en cuenta que
el año pasado hubo un proceso de lucha muy importante, particularmente del
gremio docente, acompañado por sectores muy importantes del movimiento
estudiantil, y en alguna medida, sobre todo en otras Universidades, por algún
rector y algunos decanos.
Las consecuencias de la situación del país son un
revulsivo. Han replanteado para muchos la necesidad de reubicarse respecto a la
actitud de la Universidad y de los universitarios ante a la situación del país.
Esto se ha evidenciado notoriamente en un cambio de relación de fuerzas en el
movimiento estudiantil y creo que en una medida importante eso se está
evidenciando también dentro de los propios docentes.
No obstante es cierto que
hay también, y no se puede ignorar, expresiones que se resisten a reconocer las
graves consecuencias de la situación del país para la Universidad. Quizás uno
de los ejemplos más típicos de esa actitud son las reiteradas declaraciones
ante los medios de comunicación de nuestro rector, que permanentemente intenta
enviar un mensaje de normalidad, de continuidad de las actividades, de algo
que, más allá de sus intenciones que pueden ser de tranquilizar, de hecho
objetivamente lo convierte en ignorancia y ocultamiento de la real situación
que se vive en la Universidad.
Claroscuro:
¿Cómo observa Ud. las relaciones entre la Universidad y la sociedad?
Creo que predomina
la distancia y no la cercanía. Nuestra Universidad no se destaca por hacerse
cargo, estar imbuida, estar investigando, proponiendo y realizando el análisis
crítico de lo que sucede en su entorno.
Puedo dar ejemplos
atinentes a mi Facultad. Hay temas no sólo muy importantes sino que han tenido
una gran difusión, controversia, opinión en los medios, como el del transporte,
el manejo de los residuos, el del puerto, el del aeropuerto, el problema de las
inundaciones, y la Universidad no tiene un papel significativo en estas
cuestiones. Aludo a esos porque son los que en mi Facultad llegan un poco más
de cerca, pero temas como la educación, la salud, la vivienda no escapan a esas
mismas consideraciones.
La Universidad en
realidad tiene una tradición más típicamente centrada en la producción de
profesionales como función “social” y no es reconocida, ni se siente en la
obligación permanente de estar dando opinión crítica sobre estas cuestiones.
Tampoco es muy requerida en este sentido; no es un referente generalmente
reconocido para el análisis de todos estos problemas. Creo que el problema fundamental
es de política universitaria, porque en
mi opinión no es que no haya conocimiento, investigadores, docentes y
estudiantes con voluntad para sumergirse en estas cuestiones. Lo que a mi
juicio no hay es una política planteada en ese sentido desde la institución
como tal.
Por el contrario, existen numerosos
ejemplos de equipos de investigadores, de cátedras, de agrupaciones
estudiantiles, de grupos que se arman en función del análisis de un determinado
problema en particular, que sin embargo realizan este tipo de labor, se
preocupan por investigar problemas que aquejan a la sociedad, y en general
cuando buscan conexión con instituciones, con personas ajenas a la Universidad,
encuentran muy buena recepción, hay una demanda hacia la Universidad en ese sentido,
y en muchísimos casos han producido y producen resultados altamente valiosos,
pero sin embargo hasta ahora no han logrado revertir esta situación de relativo
aislamiento.
Desde luego cuando digo relativo
aislamiento me refiero a algún papel de más o menos destacada importancia.
Nuestra Universidad, por su propia composición social, no permanece aislada
totalmente de la sociedad. No es de una élite que está encerrada en un campus
con vallado y señales electroacústicas para impedir el contacto y demás. Está
lejos de esa imagen.
Pero cuando hablamos de una relación
significativa, intensa, me refiero a otra cosa, a un papel -no quiero decir
protagónico porque me parece exagerado- me refiero a un papel significativo.
Nuestra Universidad tiene la particularidad, por la composición social de sus
docentes, de su personal no docente, de sus estudiantes -puede ser distinto en
otras Universidades, en la nuestra esto creo que es notoriamente así- de que
los problemas de carácter popular, social, se reflejan en la propia vida de los
miembros componentes de la Universidad. Pero en lo que no ha logrado
transformarse es en un papel significativo apuntando al análisis crítico y la
propuesta de soluciones para esos problemas.
Yo quiero destacar
que hace pocos días, en nuestra Facultad, una agrupación estudiantil, la lista
Unidad, realizó un encuentro con representantes de empresas funcionando o
recuperadas bajo cooperativas que fue interesantísimo. Participaron el Supermercado
comunitario, la firma Indecar, Herramientas Unión, Carrocerías Dic,
Cristalerías de Cuyo, y otros; se estuvo trabajando durante un día, en
plenario, y luego separadamente en comisiones con cada una de las cooperativas
y se hicieron acuerdos específicos que en algunos casos están derivando ya en convenios
entre esas cooperativas y la Facultad.
Eso debería ser una
labor permanente de la Facultad, organizada desde el propio decanato y los
representantes designados para tales fines como el secretario de extensión
universitaria y demás, de la Facultad. Sin embargo, tiene justamente esa doble
cara. Ha sido la consecuencia del accionar de una agrupación estudiantil, con
muy buen resultado, con muy buena recepción de parte de los lugares adonde se
concurrió, pero a la vez no es la expresión de una política de la Facultad.
Claroscuro:
¿Considera Ud. en este contexto que los principios de autonomía y gratuidad se
están garantizando?
Lo primero que me
parece conveniente aclarar es que son dos principios muy importantes. Son
esenciales en la caracterización de nuestra Universidad. No son, por supuesto,
los únicos, pero son dos principios esenciales que la diferencian –cuando digo
nuestra Universidad me estoy refiriendo en general a las Universidades
nacionales– de las Universidades privadas y de las Universidades de muchos
otros países del mundo.
El tema de la
autonomía tiene una larga discusión detrás, porque la autonomía en algunos
casos ha sido criticada desde el punto de vista aparente o supuestamente
progresista, planteándola como algo negativo en el sentido que desvincula o
podría desvincular a la Universidad de objetivos o políticas nacionales o algo
por el estilo. En primer lugar, creo que hay una dependencia y fijación de
política general desde la propia aprobación del presupuesto. El presupuesto no
es otra cosa, en la Universidad y en cualquier lugar, que la cuantificación de
la política. En ese sentido, la Universidad depende, no se aísla, y el Estado
tiene el recurso, el más poderoso quizás, para determinar qué le otorga o no le
otorga a la Universidad. Pero el otro aspecto de la autonomía, el esencial, es
el autogobierno, con la participación de los integrantes de la comunidad
universitaria en el ejercicio de su gobierno. No entro al análisis de cómo se
está ejerciendo en concreto y en particular en nuestra Universidad, es decir,
cómo funciona el cogobierno en la Universidad de Rosario. No me estoy
refiriendo a esa cuestión. Creo que requeriría un comentario. Hago una disgresión:
En nuestra
Universidad de Rosario, en general en la Universidad Nacional, tomo en esto las
expresiones del rector de la Universidad General Sarmiento: “los partidos
políticos más que ocuparse de la Universidad, la han ocupado”. Han desarrollado
un estilo en el cual, contrariamente a lo que dice el estatuto de la
Universidad de Rosario, que es un estatuto predominantemente democrático,
conciben al rectorado y los decanatos como una especie de poder ejecutivo con
atribuciones propias y separado e independiente de lo que considerarían similar
a un “poder legislativo” como serían los consejos directivos y el consejo
superior. En realidad, en el estatuto nuestro no es así. Es más, en el estatuto
de la UNR no existen las “autoridades”, aunque en los documentos de la
Universidad y de las Facultades se suelen publicar largas listas de autoridades.
Pero en el estatuto no figuran. Éste dice que hay órganos de gobierno y
representantes. Los órganos de gobierno son los consejos directivos, consejo
superior, asamblea universitaria, y los representantes designados y removibles
por esos cuerpos son el rector y los decanos. Por tanto, no es un poder
separado al estilo presidencialista del poder ejecutivo nacional, con ministros
que están por encima de los demás y que se atribuyen el derecho y la acción de
gobernar la Universidad. En ese sentido, hay una especie de distorsión de lo
que es o lo que debería ser la autonomía en lo que se refiere al ejercicio del
cogobierno. Esta es una idea de la cual está penetrada gran parte de la
comunidad universitaria y predomina en el funcionamiento si no de todas, seguro
que de la gran mayoría de las Facultades y de la Universidad. A los consejos
directivos y al consejo superior se los considera como organismos destinados a
avalar las resoluciones de decanos, rector, etc., y no a cogobernar, es decir,
fijar la política y concretar su desarrollo.
Pero después de esta
digresión, el tema de la autonomía me parece esencial. En este momento está
bastante cuestionada, aunque está formalmente reconocida por la ley de
educación superior, pero está bastante limitada en la ley por varios mecanismos.
Uno de ellos es,
desde ya, el presupuestario. Por ejemplo, el Ministerio viene, ya desde el
período menemista, destinando partidas a temas universitarios por fuera del
presupuesto de las Universidades. Partidas, como por ejemplo, las destinadas a
subsidios para investigación. Esas las maneja el ministerio. Partidas
destinadas, aunque no demasiado numerosas, pero existentes, a becas para
estudiantes, que las maneja el Ministerio. Partidas para el FOMEC. Las maneja
también el Ministerio obligando a las Universidades que las acepten a colaborar
desde su propio presupuesto. Es decir, hay un manejo presupuestario extra
Universidades que ya es un condicionamiento. Hay por otra parte, en la cuestión
de la acreditación de las carreras, reconocimiento de títulos y demás, un papel
de organismos extra universitarios como es la CONEAU, por ejemplo, que
significan restricciones a la autonomía.
No obstante, la
Universidad conserva o tiene un grado de autonomía que a mi juicio, aún con
esas restricciones, sigue siendo muy importante. Es la única entidad estatal
que tiene ese grado de autonomía en el cual existe el derecho y en parte el
ejercicio de un autogobierno. Por eso creo que, si bien es relativa, es
importante pelear por que la autonomía sea lo más efectiva posible; hay que
valorarla como una herramienta que poseemos y tratar de ejercerla para que la
Universidad cumpla con una función al servicio de los intereses de nuestro
país, de nuestro pueblo.
Sobre el tema de la
gratuidad, también es un principio esencial, porque no es una cuestión
simplemente económica o cuantitativa. La gratuidad plantea un composición
social del estudiantado. Por eso, el principio de la gratuidad es muy
importante. Es también relativo, porque la gratuidad efectivamente está
condicionada por una enorme cantidad de variables que son ajenas a la
Universidad, como costos de materiales de estudio, libros, transporte,
alojamiento, comida, etc., las cuales no garantizan una composición
completamente popular del estudiantado. Permite un acercamiento de importantes
sectores. Es algo un poco singular. La nuestra no es una Universidad popular ni
es una Universidad de élite. Es una Universidad que tiene una composición
social bastante más amplia que la de una Universidad de élite y que no llega de
ningún modo a permitir el acceso de todos los sectores de la población,
provengan del origen que provengan, al conocimiento o al nivel universitario.
Hay muchas cuestiones que muestran un carácter sumamente contradictorio de
nuestra Universidad.
El tema de la
gratuidad, lógicamente en las condiciones económicas actuales es más importante
que nunca, y tiene más restricciones que nunca. Hay tendencias, intentos, si
bien hasta ahora no han logrado preponderar, de introducir algunas formas de
costo de los estudios universitarios mediante el pago de compra de materiales
de estudio por parte de los estudiantes, de cuotas o intentos de cuotas de cooperadora, o de arancelamiento de trámites,
a lo cual creo que hay que estar atento porque en general son cosas
cuantitativamente de no mucha significación en algunos de los casos, pero
pueden convertirse en una vía de avance sobre la cuestión de la gratuidad. Creo
que a la vez sería muy importante que el movimiento estudiantil tuviera un
accionar más intenso, más directo sobre el tema de las becas.
A esta altura, sin
temor a errar demasiado, nosotros tendríamos que tener becas para cinco mil
estudiantes en la Universidad de Rosario, de las cuales quinientas al menos
tendrían que salir del propio presupuesto de la Universidad. En Ingeniería
hemos logrado algún pequeño avance en este sentido y desde el año pasado se
están otorgando cincuenta becas de pequeños montos, con un reglamento elaborado
por los propios estudiantes, que constituye tan sólo un atisbo, pero
interesante, de que esto tiene que transformarse en una política de la
Universidad. A nuestra Universidad se le ha cercenado su política de apoyo
económico al estudiante por el paso de dictaduras militares, pero luego ha
abandonado lo que en otra época fue una política normal de la Universidad que
era la existencia de comedores universitarios, de becas de estudio y de
residencias estudiantiles.
Claroscuro:
¿Qué medidas propondría para la transformación de la Universidad puesta al servicio
de la sociedad?
Nuestra Universidad
es parte de las Universidades estatales y en ese sentido está altamente
condicionada por la disponibilidad de recursos y por la legislación vigente.
Sin embargo, y a la vez, es como lo mencioné antes; una Universidad que tiene
un grado importante de autonomía, tiene en general expresiones o formas de
cogobierno y tiene una composición social no elitista. Este conjunto de
cuestiones conforma una institución contradictoria en la cual se refleja lo que
sucede en nuestra sociedad de modo tal que la Universidad no puede marchar
independientemente, y a la vez tiene cierto grado de independencia en su
accionar. Y quiero decir, con respecto a esta pregunta, que en estas
condiciones me parece que no hay posibilidad de que la Universidad esté puesta
al servicio de la sociedad, entendiendo por estar al servicio de la sociedad
estar al servicio del pueblo.
En condiciones en
las cuales predomine en el país la sujeción a los dictados del Fondo Monetario
Internacional, el ejercicio del poder por parte de grupos, de partidos
políticos, de dirigentes que han demostrado hasta el hartazgo la corrupción y
el ejercicio del gobierno en función de intereses de sectores sumamente
restringidos, concentrados, del gran capital nacional e internacional, en
condiciones de pobreza, de miseria; si esa política predomina en el país no veo
que la Universidad pueda ser tan independiente de modo que llegue a ponerse al
servicio del pueblo.
Hace falta un cambio
de política en el país y en la Universidad. Eso no quita o no impide que
sectores importantes de la Universidad puedan tener un papel crítico y un
accionar, tanto en el plano científico, como en el plano educativo, como en el
mismo plano político, para criticar y tratar de revertir esta situación
general. Es más, eso no quita que la Universidad como tal, en algunos casos,
frente a ciertos hechos, por ejemplo, cuestiones como la sucedida en estos
últimos días acerca de la agresión a la militante social Susana Ávalos, la
Universidad como institución pueda reaccionar y jugar un papel positivo en ese
sentido.
El consejo directivo
en nuestra Facultad por ejemplo, no sólo se pronunció repudiando esto por
unanimidad, sino que oficialmente el consejo directivo se pronuncia pidiendo la
destitución del secretario de seguridad de la provincia, por sospechoso de
connivencia con este tipo de accionar contra los militantes sociales y
populares. Pero pretender que la Universidad tenga la independencia y la
capacidad de accionar al servicio del pueblo a contramano de la política
predominante en el país me parece que no es real.
La cuestión está en
que quienes estamos en la Universidad debemos tratar de sumar nuestras fuerzas
a los esfuerzos por cambiar de raíz esta situación. Y en ese sentido, en la
lucha por hacerlo, podemos lograr en numerosas oportunidades que la Universidad
juegue un papel positivo, que se pronuncie, que aporte, que cobije, que sea un
escenario destacado del debate político necesario, pero no pretender que sin
producir cambios esenciales en el país podamos lograr una Universidad
esencialmente distinta. Poner a la Universidad al servicio de la sociedad,
entendida como al servicio del pueblo, debe ser parte de un cambio que plantee
poner también la política, el gobierno, al servicio de la sociedad, en el sentido
de puesto al servicio del pueblo.
Por eso creo que una
de las transformaciones que hay que lograr, teniendo en cuenta que en el 2003
coincide la renovación de representantes en consejo directivo, consejo
superior, decanos, rectores, con las elecciones nacionales que hipotéticamente
se van a realizar, lo que hay que lograr en la Universidad es parecido a lo que
hay que lograr en el país. Sería un aporte que todos aquellos sectores que con
fuerza se expresaron rechazando la política de los últimos años, de Menem, De
la Rúa, Duhalde y Rodríguez Saá, se puedan expresar en la Universidad en un
sentido similar. No digo que eso va a transformar a la Universidad
convirtiéndola en una Universidad al servicio del pueblo, pero sería un paso
favorable, y la institución podría jugar un papel mucho más positivo en ese
sentido.
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