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sábado, 11 de julio de 2020

LA PANDEMIA Y LA UNIVERSIDAD COMO SERVICIO


El arquitecto Héctor Floriani fue designado rector de la Universidad Nacional de Rosario en el año 2015
En el discurso que pronunció al asumir, sorpresivamente, señaló entre las funciones de la universidad, la de “prestar el servicio de educación”
Fue una nueva y distinta figura, al menos en boca de un rector de la UNR
No es que sea una originalidad entender la universidad como servicio
Desde ya, en gran parte del mundo, la enseñanza universitaria es una actividad comercial lucrativa
En esos casos, el estudiante, en general su familia, paga por el “servicio” que le permite obtener un título profesional
En nuestro país gran parte de las universidades privadas responden a ese esquema
No ha sido así lo predominante en las universidades estatales, particularmente desde la ya centenaria Reforma Universitaria
¿Qué se puede entender por prestar un servicio?

Estamos acostumbrados a entender como servicios el del agua, la energía eléctrica o la telefonía, por mencionar algunos
En todos los casos hay una empresa proveedora, estatal o privada, y hay un conjunto de usuarios
Es decir, hay dos partes, una que produce y entrega, tiene un papel activo, la otra recibe, tiene un papel pasivo. En general las intermedia una relación pecuniaria
Trasladado el concepto al ámbito educativo, en particular a la universidad, significaría que la docencia entrega conocimiento y el estudiantado recibe el mismo; sería una traslación, gratuita en el caso de nuestra universidad estatal
Sería ocioso ponerse a explicar acá que nuestra concepción es distinta, que entendemos a la universidad como una comunidad en la cual hay, o debe haber, un proceso común de enseñanza aprendizaje, de búsqueda y creación de conocimiento, donde se pretende que docentes y estudiantes lo protagonicen, incluso en el nivel de cogobierno, etc., etc.
La reciente celebración del centenario de la Reforma Universitaria de 1918 ha brindado copiosa producción literaria al respecto
Sin embargo, la pandemia parece haber producido algunos efectos contradictorios
Por un lado, la decisión voluntaria de la casi totalidad de la docencia, basada en vocación, esfuerzo y solidaridad, de apelar a formas inusuales, no presenciales, de enseñanza, para paliar los efectos gravemente perjudiciales para la educación, como consecuencia de las inevitables medidas de protección sanitaria
Esa decisión, junto a la actitud de gran parte del estudiantado y de parte importante de funcionarios directivos viene logrando que la universidad no se paralice, que mantenga un estado latente, pese a las limitaciones materiales y a los inevitables condicionamientos de la desigualdad social. Se aplana la curva de la deserción, aun así, se aprende, aunque más lenta y dificultosamente
De tal modo, aunque sea en parte, la universidad se suma al intento de solidaridad social necesario para enfrentar las gravísimas consecuencias de la pandemia. En el mismo sentido obra el aporte universitario en el ámbito científico y sanitario
Pero por el otro lado se verifica la actitud de algunos sectores, particularmente de parte de la burocracia universitaria, y también de sectores estudiantiles, de crear una “nueva normalidad”, de producir la falsa sensación de que se pueden saltear los efectos de la cuarentena, de que todo sigue funcionando
Y aquí es donde cobra mayor dimensión la idea de la universidad como “servicio utilitario”, de que funciona, pero como funciona un servicio
Se desdibuja la idea de comunidad produciendo, y no es que antes de la pandemia eso se cumplía a la perfección, pero ahora obviamente está más lejos. Se desdibuja la relación entre personas, la práctica habilitadora de conocimiento y la crítica como herramienta
Se da pie a revitalizar concepciones pedagógicas autoritarias
Y, a mi juicio lo más grave, estimula en estudiantes la idea de ser y sentirse “clientes” de un servicio, clientes de la universidad. Hay ciertos reclamos que suenan como tales
¿Cómo se puede medir la eficiencia de un servicio?
Puede ser por su producción, por ejemplo metros cúbicos de agua o kilovatios-hora de energía
En la universidad podría ser por cantidad de profesionales por año o también por cantidad de exámenes por cuatrimestre
Sería conveniente evitar que lleguemos a eso
Cuando predomina ese clima, el del servicio, cuando se llega a presionar a docentes para producir resultados por encima de limitaciones y, si es necesario, subordinar calidad académica, se desnaturaliza la función docente
Del orgullo y la satisfacción se puede pasar al cansancio y la frustración
Me preocupa pensar que hay cierto peligro en ese sentido



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