El
arquitecto Héctor Floriani fue designado rector de la Universidad Nacional de Rosario
en el año 2015
En el
discurso que pronunció al asumir, sorpresivamente, señaló entre las funciones
de la universidad, la de “prestar el servicio de educación”
Fue
una nueva y distinta figura, al menos en boca de un rector de la UNR
No es
que sea una originalidad entender la universidad como servicio
Desde
ya, en gran parte del mundo, la enseñanza universitaria es una actividad
comercial lucrativa
En
esos casos, el estudiante, en general su familia, paga por el “servicio” que le
permite obtener un título profesional
En
nuestro país gran parte de las universidades privadas responden a ese esquema
No ha
sido así lo predominante en las universidades estatales, particularmente desde
la ya centenaria Reforma Universitaria
¿Qué
se puede entender por prestar un servicio?
Estamos
acostumbrados a entender como servicios el del agua, la energía eléctrica o la
telefonía, por mencionar algunos
En
todos los casos hay una empresa proveedora, estatal o privada, y hay un
conjunto de usuarios
Es
decir, hay dos partes, una que produce y entrega, tiene un papel activo, la otra
recibe, tiene un papel pasivo. En general las intermedia una relación
pecuniaria
Trasladado
el concepto al ámbito educativo, en particular a la universidad, significaría
que la docencia entrega conocimiento y el estudiantado recibe el mismo; sería
una traslación, gratuita en el caso de nuestra universidad estatal
Sería
ocioso ponerse a explicar acá que nuestra concepción es distinta, que
entendemos a la universidad como una comunidad en la cual hay, o debe haber, un
proceso común de enseñanza aprendizaje, de búsqueda y creación de conocimiento,
donde se pretende que docentes y estudiantes lo protagonicen, incluso en el
nivel de cogobierno, etc., etc.
La
reciente celebración del centenario de la Reforma Universitaria de 1918 ha
brindado copiosa producción literaria al respecto
Sin
embargo, la pandemia parece haber producido algunos efectos contradictorios
Por un
lado, la decisión voluntaria de la casi totalidad de la docencia, basada en
vocación, esfuerzo y solidaridad, de apelar a formas inusuales, no
presenciales, de enseñanza, para paliar los efectos gravemente perjudiciales
para la educación, como consecuencia de las inevitables medidas de protección
sanitaria
Esa
decisión, junto a la actitud de gran parte del estudiantado y de parte importante
de funcionarios directivos viene logrando que la universidad no se paralice,
que mantenga un estado latente, pese a las limitaciones materiales y a los
inevitables condicionamientos de la desigualdad social. Se aplana la curva de
la deserción, aun así, se aprende, aunque más lenta y dificultosamente
De
tal modo, aunque sea en parte, la universidad se suma al intento de solidaridad
social necesario para enfrentar las gravísimas consecuencias de la pandemia. En
el mismo sentido obra el aporte universitario en el ámbito científico y
sanitario
Pero
por el otro lado se verifica la actitud de algunos sectores, particularmente de
parte de la burocracia universitaria, y también de sectores estudiantiles, de
crear una “nueva normalidad”, de producir la falsa sensación de que se pueden saltear
los efectos de la cuarentena, de que todo sigue funcionando
Y
aquí es donde cobra mayor dimensión la idea de la universidad como “servicio
utilitario”, de que funciona, pero como funciona un servicio
Se
desdibuja la idea de comunidad produciendo, y no es que antes de la pandemia
eso se cumplía a la perfección, pero ahora obviamente está más lejos. Se
desdibuja la relación entre personas, la práctica habilitadora de conocimiento
y la crítica como herramienta
Se da
pie a revitalizar concepciones pedagógicas autoritarias
Y, a
mi juicio lo más grave, estimula en estudiantes la idea de ser y sentirse “clientes”
de un servicio, clientes de la universidad. Hay ciertos reclamos que suenan
como tales
¿Cómo
se puede medir la eficiencia de un servicio?
Puede
ser por su producción, por ejemplo metros cúbicos de agua o kilovatios-hora de
energía
En la
universidad podría ser por cantidad de profesionales por año o también por
cantidad de exámenes por cuatrimestre
Sería
conveniente evitar que lleguemos a eso
Cuando
predomina ese clima, el del servicio, cuando se llega a presionar a docentes
para producir resultados por encima de limitaciones y, si es necesario,
subordinar calidad académica, se desnaturaliza la función docente
Del
orgullo y la satisfacción se puede pasar al cansancio y la frustración
Me
preocupa pensar que hay cierto peligro en ese sentido
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