Aldo Mangiaterra Abril de 2004
Desde
tiempos milenarios los seres humanos hemos tenido la preocupación y la
necesidad de conocer nuestra posición sobre el globo terráqueo.
Dan
testimonio de ello los antiquísimos mapas en los cuales, de manera primitiva,
se intentaba saber y reflejar la forma, dimensiones y ubicación de los
continentes y sus accidentes geográficos.
El
afán diario de los antiguos navegantes era determinar su posición. En ello
jugaban el éxito de su misión e incluso sus propias vidas.
La
solución clásica, durante milenios, fue guiarse por las estrellas.
En la inmensidad de
nuestra pampa era la Cruz del Sur la principal guía del derrotero.
La
Agrimensura heredó y practicó, entre otros saberes, la capacidad de determinar
la posición sobre la Tierra observando las estrellas, utilizando para ello
instrumental de precisión. Es decir “leer en las estrellas nuestra posición en
la Tierra”.
Así
fue posible, por supuesto con el concurso también de “otros saberes” que no
citamos aquí, realizar muy diversas tareas, como por ejemplo confeccionar las
cartas topográficas de gran parte de nuestro país; o bien efectuar la
demarcación de límites interprovinciales e internacionales; también practicar
mensuras de propiedades rurales, y así otras muchas.
Esa
necesidad del posicionamiento, de milenaria antigüedad, no sólo persiste sino
que se acrecienta.
La
modernización y perfeccionamiento de gran parte de las actividades humanas
requieren conocer, cada vez con mayor precisión y rapidez, la posición de objetos,
tanto fijos como móviles; tanto de elementos naturales, como por ejemplo los
cauces de agua, como de elementos culturales, como son las construcciones e
incluso de elementos de carácter legal, como son los límites, ya sean éstos
correspondientes a la propiedad pública o privada, por citar tan sólo algunos
ejemplos. Lamentablemente, debemos decirlo, entre esas actividades “humanas”,
están también las bélicas.
Y
curiosamente, pese al fabuloso salto tecnológico y a la vez gracias al mismo,
seguimos “leyendo en el cielo nuestra posición en la Tierra”.
Lo que antiguamente
nos brindaban las estrellas hoy es factible mediante sistemas de satélites
artificiales diseñados al efecto.
Claro que ahora se
trata de una tecnología que, incluso a quienes la usamos profesionalmente, aún
nos asombra por su precisión, por la inmediatez de resultados, por la economía
de trabajo.
La Agrimensura
incorpora este saber, entre otros propios de ese salto tecnológico, y lo pone
al servicio de actividades necesarias para nuestra sociedad.
Así sucedió en la
construcción de la conexión vial conocida como puente Rosario-Victoria. El
enorme trabajo topográfico que tal obra requirió fue resuelto por profesionales de la Agrimensura, que contaron
para ello con el auxilio del posicionamiento satelital.
Así sucede también
con el Catastro Territorial de nuestra provincia, donde el posicionamiento
satelital es una de las herramientas esenciales puestas en práctica para la
actualización y modernización en curso desde hace varios años.
A la vez debe
preocuparnos que las ventajas de tal tecnología se brinden sin restricciones,
entre otras cosas procurando que los medios necesarios estén al alcance de todo
el ámbito profesional.
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