El
21 de agosto de 1968
Serían aproximadamente las 3 de la mañana, cuando Carlos
me despertó; yo estaba durmiendo en una habitación para estudiantes extranjeros
del viejo hotel Unión, en Praga
Con urgencia, muy brevemente me dijo: levantate, estoy
con el auto y te vine a buscar, el Ejército Soviético está entrando en
Checoslovaquia, los argentinos nos vamos a juntar en el departamento del Gringo
Salimos; al caminar hacia el auto se oían motores de
aviones, incluso se entreveían en la noche siluetas de algunos volando a baja
altura sobre el cielo de Praga
En el departamento nos encontramos: Carlos, médico, oriundo
de Buenos Aires, becado en Checoslovaquia y su esposa Ana; el Gringo, rosarino,
delegado permanente de la FUA (Federación Universitaria Argentina) en la UIE
(Unión Internacional de Estudiantes), que por ello residía en Praga junto con
su esposa Mirna y su pequeño hijo; Horacio, también rosarino, a la sazón becado
en Polonia, con quien nos habíamos encontrado pocos días antes en Sofía,
Bulgaria, en el Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes por la Paz y
la Amistad; García, de Buenos Aires, delegado del gremio telefónico a ese
Festival; y yo, delegado de la FUA al Festival y a una reunión de la UIE
El departamento era típico de los barrios de vivienda popular,
en ese en particular, el ambiente para estar se convertía por la noche en
dormitorio, bajando la cama adosada verticalmente a la pared
Obviamente escuchábamos las radios que podíamos captar
Siendo ya de día nos asomamos a la ventana y vimos que
en la avenida próxima se desplazaban tropas soviéticas ingresando a la ciudad,
en un ambiente totalmente calmo
Bajamos, fuimos al cruce de avenidas y allí vimos el
ingreso de fuerzas militares que se desplazaban respetando normas de tránsito y
las directivas del policía que lo ordenaba, en una escena insólita a los ojos
de argentinos acostumbrados a otro panorama cuando los golpes de estado
Lo que no resultaba insólito eran las colas de vecinos
ante los almacenes para aprovisionarse de alimentos. Más de una vez lo habíamos
experimentado en Argentina
En tales condiciones, cerca ya del mediodía, decidimos
concurrir a la sede de la UIE
Allí había un clima de tensión, pero sin
manifestaciones explícitas de alteración; por un lado los checoslovacos,
empleados y empleadas de la UIE apesadumbrados (los dirigentes no estaban
allí), por el otro delegados de los países del pacto de Varsovia, es decir de
la órbita soviética, que eran representantes políticos sujetos a directivas de
sus países, avalando silenciosamente la intervención; y el resto, delegados de
otros países, como nosotros, expectantes, procurando tomar noción de la
situación
Recuerdo la recomendación de algunos empleados, que
habían sido testigos de la segunda guerra mundial: no asomarse a las ventanas,
es peligroso cuando puede haber balas perdidas
Después de un cierto tiempo, ante la aparente calma de
las calles, decidimos ir a la plaza San Wenceslao, que era, y seguramente sigue
siendo, el lugar tradicional de reunión y expresión de las concentraciones
públicas
En el camino, pasamos frente a la sede de la radio oficial
y allí vimos, por primera vez, resultados de acciones violentas
Los checoslovacos a cargo de la emisora, en su afán de mantenerse transmitiendo en forma independiente, habían colocado algunos ómnibus
cerrando el paso en ambas esquinas Cuando llegaron las tropas invasoras para
tomar la radio, utilizaron tanques con los que voltearon a los ómnibus y les
pasaron por arriba. Quedaban a la vista los restos, semihumeantes, casi pegados
contra el piso
La plaza San Wenceslao es en realidad una gran
avenida, de 700 metros de largo, de un ancho de 50 metros en los primeros 270 y
de 70 de ancho en la parte principal de 430 metros de longitud; es decir que
caben más de 40.000 personas
Llegamos y nos paramos a observar desde una esquina,
al final de una de las calles que desembocan en la plaza
Estaba llena, esa es la imagen que conservo
La escena era patética e insólita a la vez
Una enorme multitud en un estado de tensión creciente
y, ubicados en distintos lugares, algunos tanques soviéticos, sobre los cuales,
parados en su exterior, había militares rusos intentando dialogar con el
público y pretendiendo explicarles el motivo de su presencia
Convengamos que, para los praguenses mayores de 40
años, la presencia de tanques soviéticos, fue otrora símbolo de liberación cuando
derrotaron las tropas alemanas ejecutoras de enormes crímenes
Esta vez era distinto; los argumentos rusos eran
débiles, pero además era absurdo pretender que los tripulantes de algunos pocos
tanques pudieran siquiera intentar discutir, no hablemos de convencer, a miles
de checoslovacos
Era notorio que el ambiente se iba caldeando, que el
ondear de banderas checoslovacas a la vez que expresaban el rechazo a la
invasión, estimulaban el in-crescendo del rechazo
No había fuerza policial checoslovaca
Era obvio que fuerzas militares, pertrechadas y
preparadas para la guerra, estaban incapacitadas para contener semejante
multitud
De repente un ruido atronador de metralla inundó el
ambiente, estalló el pánico
Desesperadamente corrimos. Recuerdo la imagen como
típica de una película de la 2da guerra. El escenario era precisamente el de
una antigua ciudad europea y las gentes corriendo, cayéndose, madres que
arrastraban como podían a sus criaturas
Curiosamente esa misma imagen la pude volver a ver en
la película “La insoportable levedad del ser”, inspirada en el libro de Milan
Kundera, en la cual se utilizan escenas que habían sido filmadas en aquella
ocasión, en 1968. Por primera vez en mi vida, al ver la película, sentí que
estaba en ambos lados, como espectador y en la pantalla, tan vívida era la
sensación que me había quedado
Cuando huíamos estábamos convencidos de que se había
producido una masacre espantosa
En la huida recorrí alrededor de 20 cuadras para
llegar al hotel Unión, después de atravesar un par de cordones militares trazados
por las tropas de ocupación
Allí me enteré que, en realidad, al ver que no podían
contener a la multitud, las tropas soviéticas recibieron orden de apuntar las
ametralladoras de los tanques contra el edificio del Museo Nacional, ubicado en
un extremo de la Avenida, y efectuar una intensa descarga que actuó como
disuasivo dispersando a la multitud
Aires
de primavera en pleno verano europeo
No es mi intención desarrollar aquí una investigación
sobre la primavera de Praga
Sólo pretendo relatar mi experiencia
Llegué a Praga en los últimos días del mes de julio de
1968. En aquel entonces era la hermosísima capital de Checoslovaquia; hoy es la
capital de la República Checa
Cabe recordar que en Argentina gobernaba la dictadura
encabezada por el general Onganía; era peligroso tomar un vuelo en el aeropuerto
de Ezeiza con destino a un país “del otro lado de la Cortina de Hierro”; imperaba
la llamada “Guerra Fría”; razón por la cual viajé en barco a Montevideo y allí
subí al avión con destino a Praga; por las dudas tenía dos documentos de
identidad, el mío y otro falso
Fui recibido por el Gringo y alojado en el hotel Unión;
al otro día fui presentado en la UIE y en particular al checoslovaco que
ocupaba la Secretaría General; entré en contacto con representantes de otros
países y particularmente con los latinoamericanos
La situación de Checoslovaquia era, naturalmente, un
tema de principalísima atención
Para tratar de informarme y comprenderla recurría a
los argentinos que estaban viviendo allí, y en general a todos con los que
podía hablar en castellano, también a intentar deducir noticias de periódicos
en inglés o francés, pero totalmente limitado por falta de manejo de los mismos
y, por último, algo muy interesante, saliendo a caminar, a recorrer las calles,
particularmente por el casco central y por la mencionada plaza San Wenceslao
Aún sin entender el idioma era fácil ver que había un
clima de abierta discusión política
En algunas esquinas se formaban grupos espontáneos,
sin visos de organización, en los cuales se veía a la gente discutir; todo en
un clima pacífico, sin agresiones, cosa por otra parte muy poco probable entre
checoslovacos, según me anoticiaron mis compañeros
Intensa discusión sí, pero nada de vehemencia tipo latinoamericana
Por lo que, como consecuencia de todo lo antedicho,
pude entender que las ideas que predominaban eran, en primer lugar, reivindicar
el clima de libertad, apoyar las medidas gubernamentales que lo hacían posible;
junto a ello aparecía la crítica a la burocracia y el reclamo de independencia
respecto a la Unión Soviética; hasta donde pude entender no se expresaban, al
menos públicamente, cuestionamientos “al socialismo” ni reclamos de carácter
económico
Hay algo que es necesario señalar, que excede la
cuestión de la mera discusión pública;
la sensación, al menos la mía, era que flotaba en el
ambiente una especie de festejo, de regocijo, por disfrutar de libertad de
expresión
Creo que ese era el rasgo más notorio de lo que veía
en la calle
Lo cierto es que ese movimiento después fue reprimido,
abortada la experiencia e impuesta la dominación de las antiguas reglas
A la par que se veía ese clima político en las calles de
Praga también era notorio un estado de tirantez entre el gobierno de Dubcek y
el de Brezhnev, en el momento las figuras cabezas de los gobiernos y los
partidos comunistas de Checoslovaquia y la Unión Soviética respectivamente
A principios de agosto viajé a Sofía, Bulgaria, donde
ya había comenzado el IX Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes
Llegué un poco tarde, pero además la magnitud del Festival
era inabarcable; es imposible tratar de hacerlo con un acontecimiento
multifacético con alrededor de 20000 participantes
Días después, en el viaje de retorno a Praga, me
anoticié que checoslovacos y soviéticos, reunidos en el más alto nivel llegaron
a un acuerdo en la localidad fronteriza de Cierna nad Tisou
En virtud de ese acuerdo las tropas del pacto de
Varsovia, que habían realizado maniobras conjuntas en junio en Checoslovaquia,
se retiraban a sus respectivos países
Bien es cierto que la velocidad de la retirada era
harto deficiente. Después se comprobó que en una semana no habían cubierto los
150 km hasta la frontera con Polonia, los que, sin embargo, los desandaron en
una noche el 20 de agosto
Pero todo parecía indicar que se había producido una
distensión
Tal como señalé no pretendo realizar aquí un análisis
del programa de Dubcek ni de los acuerdos con Brezhnev
Cuando hablo de distensión me refiero a lo que parecía
ser la atmósfera política imperante en Praga, en la calle, en la gente
La
calle a partir de la invasión
Después del 21 de agosto, estimo durante una semana,
salimos todos los días a recorrer las calles
Ahora con una ventaja, estaba con nosotros Horacio, el
rosarino que ya mencioné, que dominaba siete idiomas y entendía medianamente
algunos más; él traducía todo lo que podíamos escuchar o ver escrito
Había toque de queda, pero durante el día nos podíamos
trasladar libremente
No nos tocó presenciar situaciones violentas
Supimos después que las hubo y que, como todos
conocemos se produjeron alrededor de un centenar de víctimas
Solo en pocos momentos pasamos situaciones de zozobra;
por ejemplo, cuando aviones efectuaban vuelos rasantes intimidatorios. Ahí sí
vivimos nuevamente, aunque breves, momentos de pánico
Si uno lo piensa con humor podría comentar que tenía
experiencia en viajar muy apretado en el transporte público en nuestro país.
Allí pude comprobar que, en el intento de guarecernos bajo techo, era posible
estar muchísimo más apretado de lo que yo nunca hubiera imaginado
Evidentemente había consignas que guiaban la actitud
de la población; según versiones había un intento de resistencia que operaba mediante
radios clandestinas
Por el contrario, las emisoras oficiales llamaban a la
calma y a evitar incidentes, en nombre del gobierno que formalmente seguía en
funciones
Los primeros dos o tres días la actitud popular era
discutir con las tropas invasoras, sin agresiones
Debo decir que, en general, hasta donde pudimos
conocer, el nivel político de las discusiones era muy elemental
Los checoslovacos recriminaban la invasión, a su
juicio injustificada. Los rusos (al menos las tropas que vi en Praga hablaban
en ruso), respondían repitiendo que estaba en peligro el socialismo, ante la
negativa de los checoslovacos, y… poco más se podía discernir, salvo anécdotas,
que, por supuesto, abundaban
En una ocasión un sargento ruso, después de discutir
un rato y ante su impotencia para justificar la invasión, apeló a mencionar que
su padre, integrante del Ejército Rojo, había entrado en Praga para liberarla
de los nazis, a lo que un checoslovaco respondió: estamos agradecidos a su padre,
pero a usted no
Además de apelar a la discusión, los checoslovacos
inundaron las paredes de pintadas Recuerdo algunas, también en general de
escaso nivel político
Desde quizá la más primitiva: “Iván, Natasha te está
esperando”
Hasta la de mayor contenido político, al menos de las
que pudimos ver: “Lenín despiértate, Brezhnev se ha vuelto loco”
Al cuarto día la consigna cambió, la actitud popular
fue el boicot
Al ejército invasor ni una palabra, ni un vaso de agua……..,
y se cumplía
Vimos que la directiva soviética apeló, por ejemplo, a
lanzar propaganda escrita por vía aérea y vimos también como los checoslovacos
juntaban prolijamente los volantes, sin leerlos, los amontonaban y los quemaban
Después de unos diez días, lentamente, se fue
produciendo la normalización; digamos la resignación
A partir del 21 de agosto se cerraron las fronteras;
alrededor de quince días después fueron reabiertas y recién entonces pudimos
ponernos en contacto con Argentina, con familiares y compañeros de militancia,
que durante ese tiempo ignoraban cual era nuestra situación
Los
documentos
Josef Koudelka, fotógrafo checo que en
1968 tenía 30 años, se exilió y nacionalizó como francés, y se hizo famoso
exponiendo sus fotos, entre las cuales tienen un lugar muy importante las que
obtuvo durante la invasión soviética. En el año 2017 expuso en Buenos aires
Sin ser fotógrafo, y menos en el nivel
de Koudelka, pude obtener numerosas fotos en aquel momento; por mencionar
algunas escenas cito el frente del Museo Nacional marcado por la metralla, o discusiones
en la calle entre checoslovacos y soldados rusos, o las consignas pintadas en
las paredes
También pude transcribir en una libreta
el contenido de las pintadas en las paredes que Horacio nos iba traduciendo
También estaban las cartas que escribí y
despaché desde Praga, relatando lo vivido, en las cuales firmaba con seudónimo
y figuraba yo como destinatario, como medida precautoria teniendo en cuenta el
gobierno represivo que imperaba en nuestro país
Toda esa rica documentación quise
preservarla.
Pero como me sucedió tantas veces, desde
el golpe militar de 1955 hasta el de 1976, no lo pude lograr, ya sea porque yo
mismo me vi obligado a eliminar parte de ella muchas veces, ya porque en otras
fue secuestrada
En 1971, como parte de una escalada
represiva general, fue allanada la casa de mis padres, que era mi domicilio legal
y se dispuso orden de captura sobre mi persona
Entre otras precauciones trasladé esos
documentos, los de la Primavera de Praga, junto con muchos otros, a una
dirección que se suponía segura pero que, lamentablemente fue detectada,
allanada y perdí toda esa documentación
Nada puedo ofrecer como prueba de todo
lo relatado
Ni siquiera el pasaporte, porque en
aquella época, en los países de la órbita soviética, no se lo sellaba para
evitar un comprometedor testimonio
.
La crónica es tan vívida que sustituyen emotivamente las fotos perdidas en esos "vericuetos" que han caracterizado tu vida Aldo. Un relato excepcional.
ResponderEliminarEl haber escuchado fragmentos de ese relato no lo hace menos vívido. Acá está el libro de Koudelka: https://pro.magnumphotos.com/C.aspx?VP3=SearchResult&ALID=2TYRYD1KHWY1
ResponderEliminarUn texto que combina el testimonio personal y rescata una experiencia colectiva. Como siempre, una combinación de sobriedad con lucidez política superlativa.
ResponderEliminarGracias Aldo.
Gracias Makovsky por garantizar el acceso a Koudelka.
Que experiencia, que exquisito relato. Lástima que tantas situaciones terribles y dolorosas, vividas aquí hayan hecho que no quedaran las fotos y textos; pero tu lucidez y maestría para el relato hacen que al leerlo uno.se sienta allí en Praga en 1968. Yo tenía 11 años. Gracias tio
ResponderEliminarGragias Viviana; vale el aliento
EliminarEmocionante crónica! La articulación entre el tiempo personal y el histórico es la sensación irremplazable de "yo estuve ahí". Cuántas experiencias! Gracias por compartirlas
ResponderEliminarvesel
Gracias Vesel, tu comentario empuja
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