Fogata de San Juan en El Obrador - Guillermo Turin Bootello
Llamas, anhelos y ritual
compartido en una nueva edición de la fogata de San Juan
Este miércoles se llevó a cabo la
11ª edición consecutiva de la liberación y quema de todo lo malo, dándole paso
a lo nuevo a través de buenos deseos, en el Centro Cultural
El Obrador.
El miércoles 26 de junio se desarrolló la tradicional fogata de San Juan en el Centro Cultural El Obrador, espacio que depende de la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario. Como desde hace once años, este ritual invita a las y los ciudadanos a acercarse al fuego para liberar y quemar todo lo malo, dándole paso a lo nuevo a través de alegría y buenos deseos.
El miércoles 26 de junio se desarrolló la tradicional fogata de San Juan en el Centro Cultural El Obrador, espacio que depende de la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario. Como desde hace once años, este ritual invita a las y los ciudadanos a acercarse al fuego para liberar y quemar todo lo malo, dándole paso a lo nuevo a través de alegría y buenos deseos.
Mariela Mangiaterra, coordinadora general del Centro
Cultural junto a Leticia Kettle (a cargo de la coordinación técnica), describió
que la fogata del obrador reúne a distintas fiestas populares y que en América
del Sur coincide con la entrada del solsticio de invierno. “Los pueblos
originarios celebran esta fecha con rituales que intentan iniciar con buen
espíritu el nuevo ciclo que comienza. Un poco se trata de juntarnos
colectivamente para reunir fuerzas y ‘ayudar’ al sol en el momento que está más
lejos de la tierra y alumbra con menos energía. Nos reunimos alrededor del
fuego a desear que se vayan aquellas cosas que queremos que no estén más y a
pedir por otras nuevas”.
Una tarde de diversión y celebración
compartida
En el predio de zona oeste, vecinas, vecinos, niñas, niños y maestras
comenzaron a agruparse pasado el mediodía para confeccionar máscaras. Una hora
después, la compañía Mano a Mano desplegó todo su colorido circense con una
gran performance para el disfrute general en la que no faltó ningún condimento:
palo chino, minitramp, malabares con clavas y antorchas con fuego, acrobacia de
piso, malabares de rebotes, látigos, monociclo y más.
Sin dudas, el grupo integrado por Rodrigo Möller, Caterina Stefanoff, Iván
Boasso y Damián Foray se llevó un efusivo aplauso por parte del público gracias
a su comicididad, destreza y dinamismo. El show de Mano a Mano fue coorganizado
por el Centro Cultural El Obrador y el Centro de Convivencia Barrial 23 de
Febrero.
Tras el cierre, uno de los miembros de la agrupación tomó el micrófono para
decir que “encuentros como el de hoy no suceden ni en la televisión ni en
internet, sino en este de tipo de espectáculos y espacios. Por eso hay que
valorarlos y apoyarlos, porque son parte del movimiento cultural de un pueblo”.
El ritual siguió su curso; el viento fresco fue apaciguado por la calidez
de un mate caliente. Pronto vendría el mejor soundtrack de la tarde: la leña
ardiendo en una gran fogata que invitó a dejar ir lo malo y darle paso a lo
nuevo. Pero antes, niñas y niños realizaron una recorrida por el barrio con
máscaras y muñecos previamente confeccionados, y el sonido de silbatos como
compañía, para avisar a la población que era el turno de encender el fuego. Fue
una vuelta a la manzana, simpática y amena, que funcionó como un rito de aviso.
A las 17:30 llegó el momento esperado de encender la
fogata. Mientras la leña iba consumiéndose y un sincronizado grupo tocaba los
tambores, se fueron leyendo los deseos de vecinas y vecinos de todas las
edades. «Deseo una sociedad más justa donde todos puedan ser libres e iguales»;
«Deseo que vivamos mejor»; «Quiero una Play Station»; «Deseo que podamos estar
mejor con la familia»; y «Deseo que desaparezca todo el rencor y la envidia»;
fueron algunos de los múltiples pedidos realizados por gente de todas las
edades.
Después se organizó una ronda y colorida danza alrededor del fuego, como
una especie de ceremonia tribal que inducía, por algunos segundos, a un estado
de trance: grandes y chicos tomados de la mano, simplemente bailando.
A modo de clausura, el crepitar del último fuego dio paso
a las palabras. “Yo sé muy poco sobre los dioses, casi nada (…) Yo no sé casi
nada sobre Dios, pero cuando deseo imaginarlo se me aparece el sol...
Omnipresente, justo, indoblegable. (…) Y aquí sus hijos, adeudándole la mejor
de todas las ofrendas, la única que el sol puede esperar. Salir al cielo,
iluminar un día”. El poema Inti Raimi de Liliana Bodoc. en la voz de Mariela
Mangiaterra, puso fin al ritual de justo encuentro.
El Obrador, una verdadera obra
colectiva
Oficializado como centro cultural en 2013, El Obrador está emplazado en la
zona oeste de la ciudad, en un área de población –en gran parte– relocalizada
entre la que se encuentra un alto número de étnia qom, mocoví, guaraní,
proveniente del norte del país y asentada en la ciudad en un flujo continuo de
migraciones internas.
Con el propósito de facilitar el acceso a los bienes culturales tangibles e
intangibles y enmarcando su trabajo en el respeto a la diversidad cultural,
aborda el complejo entramado sociocultural articulando los diferentes saberes
con el objeto de dar mejor calidad de vida a la población.
El trabajo de El Obrador se orienta a revalorizar los rasgos identitarios
de esta población, a la promoción de sus derechos y a la búsqueda de la
inserción en algún nivel de la economía formal.
Ofrece una gran variedad de ofertas culturales, educativas y de formación
en oficios. Por otro lado se trabaja en microemprendimientos con perspectiva de
desarrollo sustentable.
Mangiaterra explicó, minutos antes de la fogata, algunas de la actividades
que allí se desarrollan: “Por las tardes sostenemos talleres de distintas
disciplinas y lenguajes artísticos orientados a niñas y niños y por la mañana
trabajamos con jóvenes. En este momento hay funcionando tres instancias del
Programa Nueva Oportunidad: diseño de juguetes blandos, carpintería y huerta. Y
hay otro nexo, que es una instancia superadora del programa, con jóvenes
pensándose de algún modo asociativo con vías a constituirse como una
cooperativa de trabajo”.
Cabe destacar que los talleres son todos de carácter gratuito e incluyen:
hip hop, acrobacia, cumbia cruzada, serigrafía, Qomi (cestería textil),
costura, bordado, tejido y manualidades,tejido a crochet, dos agujas y bordado
mexicano, lengua Qom, circo y técnicas corporales para niñas y niños, alfarería
para niñas y niños; plástica y juegos; diseño de accesorios, cartucheras y
mochilas (para adultos); taller de nudos (para niñas y niños); guitarra y
percusión.
Aquí funciona, además, un aula donde mayores de 14 años
pueden concluir sus estudios primarios y también se dispone de un centro de
fabricación de juguetes que llevó al surgimiento de Periférico. Objetos
Lúdicos, proyecto que se dedica al armado de juguetes de madera con
movimiento. “Están inspirados en la juguetería clásica, pero aggiornados y con
estética contemporánea”, puntualizó.
Sobre el trabajo que se realiza en ese centro ubicado en la intersección de
las calles Maradona y Espinillo, la coordinadora aseguró: “Intentamos ser un
centro cultural que articule su trabajo con efectores públicos de la zona,
centros de salud, centros de convivencia barrial y escuelas".
"Tratamos de desarrollar la labor con un concepto
amplio de cultura: desde lo referente a la alimentación, el trabajo, la salud y
otros aspectos. El barrio 23 de Febrero, al cruzar Rouillón, es conocido como
barrio Toba. Eso le da una particularidad a lo que hacemos, ya que se pone
acento en la interculturalidad y el intercambio entre las poblaciones con
orígenes y trayectorias diferentes. En el Obrador trabajamos todos juntos”,
agregó.
La voz de las y los vecinos
Laura Basualdo, mamá de Yair y vecina del centro cultural, contó que desde
hace tres años asiste ahí y valoró la experiencia: “El Obrador es
importantísimo para el barrio porque hay muchos chicos y chicas que están en la
calle y que tienen un espacio con el cual pueden pasar horas realizando
múltiples actividades. Estoy mil veces agradecida. La fogata de hoy fue
hermosa".
"Mi hijo a veces no ve la hora de llegar y estar en El Obrador. La
pasan muy bien y los maestros son muy especiales: adoran a los chicos y les
transmiten paz. Manejan muy bien esa parte emocional; tratan de que las niñas y
niños no peleen y no se agredan. Insisto, este espacio es muy importante porque
le da contención a muchos chicos. Ellos vienen felices. Yo le digo mil gracias
al Obrador y a las maestras y pido que esto continúe”, agregó.
Samuel, padre de Laura, también brindó su testimonio: “Para mí El Obrador
es importante porque los chicos se entretienen y distraen con los talleres. Los
saca de la calle. En el caso de mi nena, a ella le gusta ir y jugar con otras
compañeritas y compañeritos, pintar y tomar la merienda. Espero que siga
siempre así, en movimiento, y que sigan habiendo cosas para chicos y grandes.
Realmente estoy muy agradecido”, afirmó.
Por último, Rosario, madre de Renzo, Santiago y Ailín,
también expresó su gratitud manifestando que para ella y todas las madres es un
espacio clave. “Para mí particularmente es una ayuda total, porque trabajo todo
el día. Ahí los chicos aprenden cosas, se relajan y pueden realizar talleres:
yo no podría enviarlos a otro lado a hacer eso, porque estoy trabajando. Además
no están en la calle, eso es fundamental. Yo estoy contenta con lo que hacen en
ese centro cultural y mis hijos están felices”.
Centro
Cultural El Obrador
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