Reflexiones acerca de la nota con autoría de Horacio Castellini publicada en la sección “Docentes” del correo electrónico de la FCEIA (Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura) de Rosario, en la cual se parte de una hipótesis absurda, la posibilidad de la desaparición del trabajo humano
“El siglo crece en
edad, y con él sus tendencias de desarrollo. El capital, que una vez fue capaz de alterar la
producción automatizando tareas manuales, sigue incursionando en la
automatización de tareas tradicionalmente consideradas intelectuales.
Con el tiempo, en el marco del capitalismo, lleva a que pronto el capital sea capaz de
automatizar casi cualquier tarea que haga cualquier
trabajador. Con el trabajo automatizado, se disparan las ganancias. (el subrayado es mío)
Menos necesidad de descanso, menos huelgas y menos pago de salarios. Se dispone así de más capital para reinvertir, se puede automatizar todavía más tareas. Todo anda bien, el ciclo se retroalimenta. En algún eventual futuro al mejor estilo de la serie animada "The Jetsons", los seres humanos pasan a tener un peso casi nulo en la producción. Casi nadie trabaja. Quedan, sin embargo, dueños, y quedan excluidos del sistema.
La dialéctica materialista de la que hablaba Marx, en que capitalistas y
trabajadores compiten constantemente por las ganancias, y en que los
dueños de las empresas se quedan con el plusvalor producido por el
trabajo asalariado, desaparece. El concepto de salario se vuelve
obsoleto, y se borra del mundo la explotación capitalista. La lucha de
clases, propiamente dicha, esa pugna por los beneficios del trabajo
humano, muere también. Nace un mundo nuevo. Prácticamente feudal,
despótico y oligárquico, pero nuevo en fin como en la distopía "Elysium".
Sobre los pocos hombres que entran a la fábrica, llueven los insultos.
Los obreros, afuera, declarados en huelga, saben que su método de lucha
pierde efecto si la fábrica funciona. Para mejorar las condiciones
salariales y laborales, se había decidido en la asamblea el cese
indefinido de sus actividades hasta obtener respuestas. La patronal
perdería el ingreso que significa la producción fabril, y los
trabajadores, poniendo en evidencia la importancia crucial de su
actividad, podrían ejercer presión y fortalecer sus reivindicaciones.
Es condición fundamental para el funcionamiento de la huelga, método
nacido en los albores de la segunda revolución industrial, que sin sus
obreros activos, nadie opere la maquinaria. Si los obreros son
reemplazables, si son innecesarios, la huelga no sirve. Por esta razón,
los rompehuelgas, o carneros, que por ahora son humanos de carne y
hueso, son vituperados por los huelguistas. Pero en un futuro cercano no
serán más de carne y hueso, serán droides con IA, que no descansarán ni
exigirán un aumento de salario.
En algún día de semana, en algún mes del siglo XXI, esta situación se da
por última vez. Acontece la última huelga. El proletariado, que en algún
momento de la historia poseía nada más que su fuerza de trabajo, pierde
hasta eso ante el refinamiento de las máquinas. Hay un hombre,
probablemente ya nacido, que será el último carnero en cruzar las
puertas de una fábrica mientras ve como droides reemplazan a sus
compañeros huelguistas.
Basado en textos de Juan Fernández Zaragoza”
Mis reflexiones:
El
artículo está basado en una hipótesis falsa, esto es la posibilidad de la aproximación
a la desaparición del trabajo humano, pretendiendo pasar por alto que los
humanos somos producto de una relación dialéctica con el medio material que nos
rodea, consumada precisamente mediante el trabajo
Sin
trabajo humano no hay ganancia posible porque no se crea riqueza
Como
dato interesante podemos señalar que así lo reconocía la Constitución Argentina
de 1949, que en su art. 37, apartado
I, inc. 2, decía “Siendo la riqueza, la renta y el interés
del capital frutos exclusivos del trabajo humano”
Considera el trabajo un costo más, al igual que la
materia prima que compra y así lo denomina, “costo laboral”
Pero por ahora no pueden prescindir del trabajo humano
y entonces, para aumentar la ganancia, recurren a más trabajo (horas extras,
nuevas inversiones, nuevas empresas, etc.) o a reducir el salario (por ejemplo,
con la inflación)
Simultáneamente su deseo le hace ignorar dos cuestiones
Una es la tendencia a la disminución de la tasa de
ganancia como consecuencia de los avances técnicos, porque el valor del
producido disminuye (requiere menos trabajo), y a la vez requiere aumentar la
inversión en máquinas, software, robots, etc. La proporción entre ganancias y
capital invertido es cada vez menos favorable (de paso se acrecienta la
concentración del capital). La tasa de ganancia es inversamente proporcional a
la automatización del trabajo
La otra cuestión que pasan por alto es la necesidad de
consumo (y consumidores) para que la ganancia se realice
Todos los capitalistas desean que los trabajadores
tengan mejores salarios y así aumente el consumo; eso sí, todos los
trabajadores, menos los suyos, y así terminan coincidiendo colectivamente, como
clase, en que todos quieren la reducción “del costo laboral”, y por tanto su
natural consecuencia, la reducción del consumo y el aumento de la pobreza
Contrariamente al “sentido común” que divulgan esta no
es una sociedad de consumo, es de acumulación de riqueza concentrada a expensas
del consumo popular
Es cierto que suponer la posibilidad del trabajo humano
cero se presta para abrir una imaginativa de variantes sin límite en el campo
de la futurología literaria, pero en ese campo no pretendo incursionar
Tendría que remontarme al recuerdo de HAL 9000, la
computadora rebelde de “2001 odisea en el espacio”, la famosa novela de Arthur
Clarke de 1968
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