Febrero de 2006 – Aldo Mangiaterra
46 horas de viaje de ida, 13 días de
estada entre La Paz, el lago Titicaca, Tiwanaku, Oruro y el pueblito minero de
Huanuni, mas 56 horas para volver, significan la imposibilidad de abarcar la
riqueza y magnitud de los acontecimientos vividos en Bolivia y a la vez la
oportunidad y el privilegio de haber asistido a ellos.
Desde un principio estuvimos con los sentimientos a flor de
piel, pugnando por escaparse en lágrimas o en sensaciones que no se pueden
evidenciar mediante el relato.
El primer día en La Paz, de repente, casi de casualidad,
nos encontramos con la salida del acto en que acababan de recibir sus
credenciales los electos en diciembre. Salía en ese momento el ahora senador
Peredo, con el puño izquierdo en alto, y era recibido por el grupo del MAS
identificado como “Inti Peredo”; cuando les preguntamos que relación tenía con
Coco e Inti, quienes fueron compañeros del Che en la guerrilla boliviana, nos
contestaron que era el hermano y quien nos respondió era una compañera que es
sobrina de ellos.
Pero lo mas interesante, y emocionante, fue ver en el
acto-ceremonia indígena del día 21 y en el acto popular en La Paz del día 22, a
la gente de las distintas regiones, la vestimenta colorida, los músicos y
bailarines, y no me refiero a los conjuntos artísticos, sino a los del pueblo,
con sus instrumentos y ropas artesanales. Su participación es mucho menos
estentórea que la de los actos nuestros, sin bombas ni bombos altisonantes.
Quizá en su idiosincrasia la intensidad del colorido tiene el vigor que
nosotros buscamos en el sonido.
Aprendimos el significado de la máxima incaica destinada a
los gobernantes: “Ama sua, ama qella, ama sulla” (no robes, no mientas, no seas
flojo) y de la exclamación “Jallalla” (viva) destinada a Bolivia, a Evo Morales,
a Cuba, a Chávez y a todo aquello que se quiere vivar.
Suponemos que muchos vieron por televisión la ceremonia indígena en la localidad de Tiwanaku, el día previo a la asunción oficial, a 70 km. de La Paz, a la insólita altura (para nosotros) de mas de 3.800 metros. Fue una fiesta y espontáneo desfile popular, con 70.000 personas, con la multicolor bandera whipala, representativa de las comunidades indígenas de América y con la presencia de banderas no sólo bolivianas, sino argentinas y de otros países; con plena predisposición de la gente a compartir el momento, a preguntar de donde éramos y a sacarnos fotos en compañía. En realidad el rito religioso fue breve, además de pintoresco para nosotros, y posteriormente hubo un acto político con la participación de dirigentes indígenas de diversas culturas y regiones.
Ya en el viaje hacia Tiwanaku, ante el pedido de un guía
para identificarnos con nombre y procedencia nos conmovió la respuesta de un
joven (que después nos dijo es de Oncativo, Córdoba) quien sabiamente contestó:
“Martín, de América Latina”.
Quizá una de las cosas mas impactantes, seguramente por
nuestra edad y origen geográfico y político, fue el reencuentro con el Che
Guevara, saludando desde las pancartas, presidiendo el cartel de entrada a alguna
entidad sindical, o reivindicado en el discurso en el Parlamento de Evo
Morales.
¿Pero cuál es el fenómeno mas singular de la Bolivia
actual?
De esa Bolivia que tuvo en Potosí a la ciudad mas rica del
mundo en su época. De la misma Bolivia cuya universidad de Chuquisaca, fundada
en 1624, fue cuna de parte de la intelectualidad revolucionaria partícipe en la
independencia americana. De esa Bolivia cuya inmensa riqueza y pobreza fue
pintada en “Las venas abiertas de América Latina” en 1970 por el uruguayo
Eduardo Galeano, quien fue convocado y habló en el acto popular de asunción de
Juan Evo Morales Aima. De esa Bolivia explicitada en algunos rasgos también en
los textos mas recientes de Felipe Pigna.
Lo mas singular, a mi juicio, es que mas del setenta por
ciento de su población es indígena, no mestiza, sino perteneciente a los
pueblos originarios, en su mayoría quechuas, aimaras y guaraníes. Hasta hace
algo mas de cincuenta años esa población estuvo absolutamente excluída, al
punto de no tener acceso permitido a la plaza central de La Paz ni tener
derecho a voto por ser analfabetos. Posteriormente, hasta estos días, la
exclusión fue casi total.
Después de 513 años, como dijeron Evo Morales y el
vicepresidente Alvaro García Linera, los pueblos originarios readquieren el
derecho a su autogobierno.
Trato de imaginarme el almuerzo de ese domingo 22 de enero
en las residencias de la oligarquía boliviana, la misma que no admitió siquiera
como imagen engañosa, la presencia de un indígena en algún puesto expectante de
la sociedad, y me imagino un silencio mordiendo odio y prometiendo venganza.
La llegada de Evo Morales a la presidencia es sin duda un
hecho histórico y puede ser el comienzo del final de esa exclusión. Por de
pronto significa que representantes de esos sectores, obviamente los mas
pobres, acceden a los principales resortes del gobierno central y, quizá mas
importante aún, lo hacen como consecuencia no tanto de un proceso electoral,
sino de un vasto movimiento popular que desarrolló grandes luchas, volteó
gobiernos y pudo reflejar su fuerza en las elecciones. Como dijo García Linera
fue posible superar el “empate catastrófico” en que estaba amañada la sociedad
boliviana durante varios años, incluyendo el costo de vidas ante la represión,
y garantizar el triunfo popular.
Existen grandes contradicciones, algunas de ellas difíciles
de abarcar o comprender para quienes no somos estudiosos o protagonistas de la
realidad boliviana. Seguramente la principal es que la propiedad de
fundamentales riquezas naturales y servicios (tierra agrícola, petróleo, gas,
agua) están en manos de grandes propietarios o monopolios internacionales
(curiosamente algunos diarios mencionan a Repsol-YPF como hispano-argentina).
Pero además existe una contradicción de gran importancia
entre la región Este, en la parte baja, con centro en Santa Cruz, rica en
hidrocarburos y producción agropecuaria y la región andina, ubicada en el
altiplano, con mayor población y también pobreza, cuna de la minería.
Hay desde luego contradicciones culturales entre esas
regiones y dentro de ellas. Hay también contradicciones que creo son de menor
orden pero existen, por ejemplo en la minería entre cooperativistas y
asalariados.
Mas allá de las anécdotas sobre la indumentaria de Evo
Morales, es evidente que se trata, hasta ahora, de un hombre modesto, de origen
profundamente popular y de una vasta trayectoria de lucha, pero por sobre todo
que él es el representante, el emergente de un enorme y heterogéneo movimiento
popular.
La composición de su gabinete parece reflejar la
predominancia de lo que ellos llaman los movimientos sociales y que entiendo
acá diríamos organizaciones populares; el acompañamiento del vicepresidente, de
formación y trayectoria revolucionaria, tiende un puente con la intelectualidad
y quizá las capas medias; las primeras críticas hacia la composición del
gobierno han sido principalmente desde la derecha y grandes empresas han
amenazado con la reducción de inversiones. A la vez expresan su apoyo al
gobierno distintos sectores que, no obstante, reaparecen inmediatamente con la
persistencia en sus reclamos, como por ejemplo maestros o campesinos sin
tierra.
Si tuviera que resumir diría que, aparentemente, predomina
en el pueblo una gran esperanza y a la vez cierta cautela esperando que los
hechos digan lo cierto.
Como siempre los interrogantes son superiores a las
certezas. Hay quienes opinan que ahora el principal peligro es la impaciencia
popular; que la oligarquía va a saber esperar, lo que no me parece muy acertado
¿existe cabal conciencia en Evo Morales, en el gobierno y en el MAS del
poderío, la habilidad y la acción pertinaz e inmediata del enemigo que deben
enfrentar?; ¿ven por ejemplo en la realidad venezolana cómo se produce el acoso
inmediato al gobierno?
Creo que el principal interrogante está planteado respecto
al grado de organización e independencia del movimiento popular.
Partiendo de la base de que la asunción de Evo Morales
forma parte de un reagrupamiento de fuerzas que abarca a toda América Latina y
cuyo principal signo es el intento de los pueblos de independencia y mejora de
sus condiciones de vida, resta sin embargo ver en la práctica hasta donde puede
o se atreve a llegar el gobierno boliviano y sobre todo hasta donde quiere y
puede el pueblo boliviano marcar el rumbo.
Entre el capitalismo de Kirchner y el “socialismo del siglo
XXI” de Chávez, pareciera que Evo Morales se acerca mas a este último, en
particular a sus posiciones antiimperialistas.
Gracias, Aldo. Mi impresión de ese país y de su gente fue la misma. Algo de lo genuino, de las raíces, emociona. La marcha de las cholas y su rebeldía silenciosa, limpia de estridencias tiene una intensidad que no se olvida.
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